jueves, 17 de julio de 2014

El algoritmo de la pluma.

Llevo mucho tiempo intentando buscar encontrar los términos adecuados para explicar demasiadas cosas. Me he encontrado más que trascendental en mi propia forma de observar el mundo últimamente, y no entiendo con exactitud la razón ni el por qué, aunque tampoco sea lo que más me preocupa. Es como si hubiera cambiado de ojos, los hubiera mudado y devuelto a su tienda, por unos más adecuados. Es como si hasta ahora hubiera estado usando canicas empañadas para mirar, y como si con los nuevos sí hubiera algo de sustancia en ello. Pero sustancia como el que habla de esencia o vitalidad. Como el que habla de vísceras sin haber abierto un cuerpo, habiendo sí vuelto la mirada hacia dentro mientras le rompían el corazón. 

¿Dónde estaba toda esa curiosidad que nace hoy en mí, todas esas inquebrantables ganas de girar el planeta para que vaya acorde con las horas? El escrutar de una tonta pluma, como las que ves tú y vemos todos cuando volvemos a casa o vamos a dar una vuelta, en mitad de la calle, como las otras mil que caerán a lo largo del día con esa misma parsimonia. Y ver algo en ella. En una tonta pluma como lo que vi en mí. No es que esa pluma fuera especial, no creáis que es eso lo que vengo a decir, ni que fuera yo de esas que dirían que Coelho o Moccia son los escritores más representativos de la última generación, ni Velázquez o Picasso los mejores pintores de los tiempos. Y quien lo diga, miente. Mi pluma no se quedaría en eso como mi boca nunca pronunciaría esas palabras que pecado argumentan si se quiere ir más allá del estándar de cultura popular. Es solo que le habría faltado tinta y un soplo de aire de los que salen en las películas en el momento más oportuno, para caligrafiarme lo que quería salir de mi cabeza al ver aquella pluma.

Y escribo como hacía mucho tiempo que no hacía. Y vuelco esos instantes de detenimiento, en los que cualquiera diría de mí estar loca por mirar la mano atizando la nada a ver si de ella salen las palabras y el dibujo. He puesto en busca y captura a la esencia y la razón, para que vengan y me expliquen qué pasó con mis ojos y esas viejas canicas, y por qué el mundo tiene tanto que ofrecerme ahora, y por qué no pudo ser antes. Ésta vez sí busco el por qué, dado que la causa la tengo guardada y viste los ojos más verdes y abrumadores que se pueda uno echar a la cara.

Quién sabe, quizá cuando vuelva a que leáis sin entender y a escribir sin encontrar, haya yo entendido y vosotros encontrado.


- Éire from Montmartre.

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